Situada en los primeros puestos a nivel mundial en
cuanto a esperanza de vida, España es uno de los países con una mortalidad por
enfermedades cardiovasculares más baja del mundo (superada sólo por China,
Francia y Japón). Las mujeres españolas alcanzan de media unos 83 años,
mientras que los hombres se quedan en los 76.
Sin embargo, en este escenario de país desarrollado,
las enfermedades cardiovasculares se sitúan invariablemente en el primer puesto
en cuanto a causa de mortalidad, con 125.000 muertes en 2004, un 33%
aproximadamente del total.
Dentro de este grupo de enfermedades, la cardiopatía
isquémica (obstrucción de una arteria coronaria que puede conducir a una angina
de pecho, angina inestable, infarto de miocardio o muerte súbita) es la
patología más común y grave. De todos modos, existen diferencias entre género
ya que en hombres es la responsable del 11.2% del total de muertes, mientras
que en mujeres tiene más prevalencia la enfermedad cerebrovascular (11,3% del
total).
Así pues, existen diferencias entre el hombre y la
mujer, no sólo en cuanto al impacto de las diferentes enfermedades
cardiovasculares, sino también en lo que hace referencia al tipo de acciones
preventivas y al modo en que se describen los primeros síntomas (más en detalle
por parte de los varones, con explicaciones más generales y un tanto
indefinidas por parte de ellas).
El infarto de miocardio es el tipo de cardiopatía
isquémica más común. Ocurre cuando la isquemia se prolonga, el corazón no
recibe un aporte adecuado de sangre y se produce la muerte celular (necrosis)
del tejido miocárdico. Se calcula que en España se producen 70.000 infartos
cada año, de los cuales 28.000 provocan la muerte del paciente antes de llegar
a un hospital, lo que destaca la importancia de los primeros cinco minutos de
asistencia en este tipo de situaciones.
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